lunes, 29 de abril de 2013

Sobre dos ruedas... (antecedentes familiares).

"

Ese sábado cogía la moto para dar una vuelta. Me marché hasta Guareña, que dista de casa apenas veinte kilómetros. No podía llegar más lejos. Había perdido la noción de la velocidad. Cuando iba a cien me parecía ir demasiado deprisa y si me ponía a ciento setenta tenía la sensación de estar parado. Entre curva y curva, en todo momento, creía que me iba a caer; el sentido del equilibrio lo había perdido. Podrían pensar que era por haber estado inactivo cinco días en una cama, pero la verdad es que yo sabía que no era por eso. Mi flojera era extrema, apenas si era capaz de mantener la moto en pie para echarle la pierna por encima y empezar a andar.

Desde ese día he medido mi bienestar o malestar en función de cómo me encontraba de fuerte para montarme en la moto. Es sobre ella como mejor me siento. La libertad que me da ir cara al viento, disfrutando de la naturaleza y contemplando el asfalto, cada bache, cada curva, cada piedra en el camino. A quien no tenga esta afición le será imposible comprender que cuando te montas en tu máquina, cada cosa que haces es una caricia a un pedazo de hierro, estar pendiente de cada acontecimiento. Si aceleras es como si te metieras dentro del cable del gas y lo vieras correr por dentro de su funda hasta el punto justo donde quieres llegar. Si cambias de marcha miras mentalmente a la palanca y le indicas con precisión el punto exacto donde debe ir, soltando el embrague como en ese momento deseas para sentir la rueda trasera agarrarse al asfalto y traccionar lo justo para no derrapar.

Cada trazada es distinta y nueva, pones la moto donde quieres, la inclinas con las cachas, sacas el culo, apoyas el pie en el estribo justo en la zona donde esa curva necesita para equilibrar debidamente la moto, acompasando el movimiento con el contramanillar para dirigirla a la salida en el momento justo de abrir gas. Todo esto lo llegas a pensar y lo haces en milésimas de segundo. Y luego... vista de nuevo al horizonte lejano que te enseña dónde está la próxima curva. Te echas hacia atrás, cierras las piernas, agachas las manos casi pegadas al depósito, pegas el pecho a él y escondes la cabeza tras la cúpula tirando de la cabeza hacia arriba para poder ver lo que ocurre delante y a los lados.

De vez en cuando te ríes mientras acaricias a tu máquina con los codos y vas viendo subir el velocímetro, jaleándola para que suba de vueltas más y más. No te asusta la velocidad porque sabes que vas controlándolo todo.

Si la vida fuera así de sencilla y de sensacional a cada momento... Si te gustan las motos, te darás cuenta de por qué durante tantos días la sacaba al patio, mientras yo desde el porche le hablaba diciéndole: “a ti te vuelvo a montar yo”, siendo este un verdadero reto de salud".

(Ramón Muñoz, "El Abuelo motero". Fuente: "Viviendo como un Campeón", agosto 2001).
http://danielmcrush.wix.com/viviendo-como-un-campeon#!

No hay comentarios:

Publicar un comentario