miércoles, 1 de mayo de 2013

¿Qué es el simracing (o automovilismo virtual)?


Manolito Mungson y la Batalla de los Clones.

Yo me llamo Manolito, aunque si tuviera carné de identidad en el espacio donde pone el nombre tendría que poner “Diego Manuel”. Ahora mismo tengo cuatro años, pero a mí los nombres me los pusieron antes de nacer. Mis padres querían llamarme sólo Diego, pero mi hermano mayor empezó a insistir en que tenía que ser “Manolito”. Si no tenéis uno, no os podéis imaginar lo insistentes y persuasivos que pueden llegar a ser los hermanos mayores. A mí no me importa, la verdad. De hecho, me gusta tener hermanos; compartir cosas con los hermanos es chuli, bastante diferente a compartir con los compañeros de clase o con los amigos. Y, aunque a veces me parece que la camaradería puede ser un engorro, enseguida recapacito y me doy cuenta de que por nada del mundo me gustaría dejar de tener hermanos.

Pero, ¡basta de chácharas! Hoy no voy a hablar de mis hermanos, ni siquiera os voy a contar muchas cosas sobre mí. No, hoy quiero contaros lo del sinreisin. Concretamente, lo de mi papá con el sinreisin. Y lo primero es aclarar la pregunta: ¿pero qué es eso del sinreisin? Porque seguro que muchos os lo estaréis preguntando. Yo no necesito preguntar porque para mí es algo connatural. Nuestra familia es de tradición motorizada desde que existen los motores de explosión. Mi abuelo, antes incluso de ser abuelo de verdad, ya era conocido como “el abuelo motero”, así que imagínate; con eso lo digo todo. La gasofa corre por nuestras venas y la velocidad nos llama con nocturnidad, a gritos espeluznantes mientras dormimos. Así que, como digo, los deportes del motor son algo totalmente natural para mí, y el sinreisin es un deporte de alta competición automovilística igualmente natural para mí. Un poco especial, eso sí, porque los únicos motores que utiliza realmente son los de los efectos force-feedback de un volante que papi tiene en la habitación del ordenador. Porque, sí, mi padre es piloto de carreras, pero corre en un mundo diferente al nuestro, que se llama Virtual y que debe estar bastante cerca, porque uno de cada dos domingos lo visita, y tarda apenas un rato.

El caso, que el otro día me enteré que hay familias en las que se ven muchos partidos de fútbol –muy lentos – por la tele, y otras en las que siempre se van a coger setas al campo y cosas así, aburridas. Pero en la nuestra los fines de semana se disfruta de la pasión por el motorsport, especialmente de la Fórmula Uno.
Bueno, no todos disfrutamos lo mismo. Papá es el que mejor se lo pasa, para qué vamos a negarlo. Los demás somos felices a ratos viendo cómo se lo pasa, y sufridores a ratos cuando tenemos que soportar daños colaterales (perder el control sombre el control remoto duele). Pero hay momentos en los que sin duda merece la pena ver lo que está pasando. A mí me encanta ver las cosas que están pasando. Por ejemplo, sin ir más lejos, este domingo estábamos viendo la carrera en la tele y, de repente, papá empezó a saltar y a gritar, loco de contento, diciendo muchas veces “sí” y “qué bueno”. Al principio nos quedamos todos un poco asustados, pero enseguida comprendimos que era cosa de la F1. Vettel había pinchado tras la salida de Abu Dhabi. “¿Ese quién es?” – pregunté yo. Y al saber que era el alemán me quedé un poco descontento, porque a mí siempre me gusta decir “que ga-ne Ve-ttel, “que ga-ne Ve-ttel”, para poner nervioso a papi. Es muy divertido chincharle como a un niño y, además, ¡casi siempre acierto! Soy un entendido en la materia, como ya habéis podido adivinar.

Hasta el año pasado yo no sabía lo que era el sinreisin. Todavía me estaba enterando del color de los coches, y de que Alonso ya no iba en un tractor amarillo sino en un coche rojo. Pero entonces papá sufrió un accidente (que ya os contaré otro día) y se partió la pata. Tuvo muy mala pata. Y tuvo que estar mucho, mucho tiempo en casa sin moverse, muy aburrido y algo tristón. Fue entonces cuando apareció por el salón de casa un volante de carreras, que enseguida aprendí que era intocable. Así aprendí que el sinreisin no era un juego, sino algo mucho más importante. Aquel año, tanto papi como yo nos hicimos unos expertos en F1. Mi tito Mon –el hermano mayor de él – había empezado un poco antes a disputar carreras como pi-lo-to. Era muy raro, la verdad. Y yo al principio no lo entendía bien porque creía que el tito iba a salir en la tele, que como todo el mundo sabe es donde se disputan las carreras. Pero cuando un día fuimos a su casa y vi que tenía una habitación entera dedicada al sinreisin, con un asiento, un volante y una tele… empecé a comprender cómo funcionaba esto de las carreras onlain.

Para que vosotros podáis llegar a concebir el asunto os lo voy a explicar de un modo muy sencillo. Mi tito Mon está es su casa, ¿no? Y papá está en la nuestra – claro. Entonces encienden sus volantes cada uno y, con una caja blanca con lucecitas rojas que tienen conectada, se introducen en el mundo Virtual. Bueno, ellos no es que desaparezcan, sino que tienen unos coches flipantes, muy bonitos, que pasan del volante a la tele, y dentro de la tele se van a ese mundo. Esto es lo más difícil de asimilar; que en ese mundo hay IPistas, que son circuitos que sólo se pueden encontrar con un número grandísimo que se llama IP. Pero si lo consigues, después es muy fácil, porque tanto tito Mon, como papá, como otros pilotos, se van juntos a Virtual y todos pueden ver la carrera, igualito que en la tele, sólo que en lugar de aparecer Alonso, Hamilton y mi amigo Vettel, pues allí hay otros pilotos.

Eso es otra cosa curiosa: los nombres de los pilotos. No quiero extenderme mucho, pero hay que saber que cada piloto se tiene que poner un nombre diferente para poder entrar en la IPista. Es como una credencial. Hay algunos muy chulis y divertidos; por ejemplo, papá se llama “Dazz” y tito Mon “Caperucita Rosita”. Pero no os penséis que teniendo esos nombres las carreras se convierten en paseos, o que se lo toman menos en serio. Teníais que ver lo increíblemente rápido que iban los mejores pilotos del último campeonato oficial, a pesar de que sus nombres fueran “Loukito”, “Xinxillaman” o “Pollero”. Otros v-pilotos prefieren utilizar nombres aparentemente más respetables, como “Alex”, “Magic58” o “Andy155”. Y digo ‘aparentemente’ porque creo que casi siempre los sacan de los dibujos animados… Alex del león de Madagascar, Magic58 como claro pseudónimo de Rayo McQueen, o Andy del propietario de los juguetes de Toy Story, que siempre marcaba con rotulador permanente negro sus juguetes. En fin.

Incluso los nombres de los campeonatos son especiales y un poco incongruentes. La liga en la que papi empezó a correr se llama “Liga Safety-Car”, pero ¿sabes? Curiosamente no tienen coche de seguridad, aunque parece que están intentando conseguir un Meirlander que lo pilote. A mí me encantaría serlo, pero desafortunadamente tengo que estar durmiendo a la hora del sinreisin. Hasta que no crezca no voy a poder pilotar. Mientras tanto, los administradores con nombres infantiloides llegaron a un acuerdo publicitario con la marca Rinol y ahora la hacen llamar liga SCéNic.
Todas estas cosas yo no las sé por mí mismo, todo me lo cuenta mi padre para seguir la tradición familiar. Y me cuenta muchas cosas porque dedica bastante tiempo al sinreisin, a veces pienso que demasiado tiempo, la verdad. Pero nosotros somos sus patrocinadores y tenemos que apoyarle, porque si no, no conseguiría nunca traer trofeos a casa, y le dejamos que corra siempre y cuando siga haciendo bien el resto de cosas más importantes, como jugar conmigo, por ejemplo. Así que yo me conformo con que me cuente todas las cosas de las carreras que no puedo ver.

Por ejemplo, el otro día me contó que el domingo iban a correr en un circuito chulísimo: en Indianápolis. ¡Como Indiana Jones! ¿te imaginas? Y era la primera vez que se disputaba allí. Seguro que sería es-pec-ta-cu-lar. Notaba yo que estaba especialmente nervioso para esa carrera. Me dijo que había hecho unos tiempos muy buenos entrenando, pero que no sabía ni cómo y que había entrenado más bien poco y en horarios extraños. Antes de empezar, siempre investiga un poco sobre ese gran premio. La verdad es que hay muchas veces que no sé si dice las cosas en broma o en serio. Me estuvo diciendo que tenía que buscar cuándo fue la última carrera en ese circuito tan chulo, y habló de una cosa vergonzosa que pasó una vez en una carrera donde nadie quería llegar a la meta por culpa de los neumatichis. Pero yo pensaba, ¿no está mezclando las carreras de la tele con las carreras de verdad? No quise decirle nada porque le veía contento. Siempre busca datos interesantes para hacer de reportero. Todavía no os lo he dicho, pero además de participar como piloto mi padre hace de reportero de laSecta, porque aquí cada uno aporta a la hermandad alguna cosa que se le da bien hacer, y se supone que él hace bien lo de escribir, o al menos escribe cosas ingeniosas. Es también tradición familiar lo de escribir bien. A la vista está – modestia aparte, con cuatro años tampoco se me puede pedir más, de momento.

La cosa, que llegaron el día D y la hora H. Por supuesto, yo me tuve que acostar. Pero papi me explicó que, efectivamente, fue bastante espectacular, aunque por motivos bien diferentes a los que se podían pensar. Empezó la cosa con una charla sobre la seriedad y los procedimientos de arrancada. Un piloto super-simpático, que se llama Belga (aunque le dicen Josse porque el año pasado corría con el coche de Massa) tenía el volante roto –pobrecito – y se ofreció voluntario para hacer de Director de Carrera.

La sesión de clasificación fue muy emocionante. Dice papá que suele haber pocas sorpresas, y él tampoco consiguió volver a hacer el tiempo que no sabía cómo había conseguido, así que se quedó noveno, justo en la mitad de la tabla de tiempos y justo por delante de su compañero de equipo. Eso debe ser siempre una alegría, porque así diciendo “el coche no da para más, Camarada”, en su imaginación se queda satisfecho con los medios de comunicación imaginarios.
Hay pilotos que conducen mucho más rápido que los demás. Nadie sabe por qué, es un misterio por resolver. El caso es que siempre, o casi siempre, están arriba. Pero en esta ocasión la pole se la llevó un piloto joven, que se llama Lázaro1717 (uno de los pocos que no utiliza nombre de dibujos animados sino que prefieren nicks oscuros y enigmáticos para que le pregunten qué pasó en 1717). A escasas 38 milésimas por detrás se clasificó Magic, y a partir de ahí los otros cracks, excepto el Toy Story que muy extrañamente se quedó en P11 aunque riendo muy extrañamente y diciendo que iba a ganar la carrera. Me recordó a Loukito, no sé por qué.

Iba a dar comienzo la carrera cuando empezó la problemática. Casi siempre hay alguna pobremática porque aunque los pilotos son auténticos profesionales y la IPista es muy buena, en la vuelta de formación suelen ocurrir pequeños o grandes percances, muchas veces producidos por una especie de interferencia discontinua (que viene a ser como un monstruo de Virtual) que se llama Lag y que cuando engorda es malísimo. Ping y Lag son los peores fastidios del sinreisin. Total, que hubo que reiniciar un par de veces por asuntos de este tipo cuando el Director de Carrera va y dice: “Ya no se reinicia más”. Y entonces ocurrió.

Lo primero que ocurrió fue que alguien se cayó de la IPista. Lo sé… es complicado esto del sinreisin. “Caerse de la IPista” no significa darse el batacazo como pasa en las motos, no. Dicen eso cuando alguien sale forzadamente del mundo Virtual y se vuelve a encontrar más sólo que la una en su asiento, con el volante entre las manos pero solo y desconsolado. Cuando pasa eso y todavía no ha comenzado la carrera, los pilotos que siguen disfrutando de sus coches virtuales suelen tener la deferencia de parar y esperar a que el v-pilot caído pueda volver a introducirse en la IPista.

Y eso hicieron. Pero esta vez, de un modo misterioso, cuando el piloto volvió a entrar llevó consigo una especie de fuerza oscura de Star Wars. Entonces los clones hicieron su aparición. Cada vez que un piloto entraba a IPista aparecían dos igualitos. ¡Menuda batalla se formó! Dice papi que nadie daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Si antes se quiere evitar una problemática, antes aparece otra peor.

Al final, como dice el dicho, “a grandes males, grandes remedios”. Hubo que desintegrar toda la IPista virtual y volverla a construir pieza por pieza. Afortunadamente, los ordenadores de hoy son muy rápidos y en apenas otros cinco minutos pudieron entrar todos otra vez. Pero entonces ocurrió el segundo problema. Que las posiciones de la clasificación se habían perdido y los monoplazas estaban barajados.

Y allí estaban ellos, los jinetes del ciberespacio, los v-pilotos entregados del sinreisin, los expertos en simuladores, los serios automovilistas con horas de entrenamiento a sus espaldas… tirándose como Lemmings a un océano de asfalto virtual, descalificándose contra natura, uno por uno, respetando el orden de rapidez de la Q1 y la Q2. ¡Increíble!

Por fin, tras tanta penuria. La sesión pudo dar comienzo, la vuelta de formación salió perfecta y los pilotos se situaron en sus posiciones de parrilla para la arrancada. Casi una hora más tarde de lo anunciado daba comienzo la carrera.
Estuvo muy interesante, al parecer. Pero papá dice que cometió dos errores imperdonables, uno con el engranaje de las marchas y otro al pulsar el limitador a destiempo. Me contó que en su segunda entrada al pit-lane tuvo una “aparición”, y dice eso cuando mientras está compitiendo aparece alguien físicamente de cuerpo presente en la habitación-cabina. Era mami, que preguntaba cómo que era tan tarde y no terminaba el gran premio tan chuli de Indianápolis. Pero papi no puede todavía con tanta concentración. Se despistó y le sancionaron. Y, para más INRI, se equivocó también con la sanción y sufrió doble penalidad.

Finalmente, la carrera resultó ser un desastre para los intereses de nuestro equipo familiar. Papi estaba un poco decepcionado, en parte por las expectativas que se había creado, a todas luces demasiado optimistas, en parte por los errores que cometió. A mi tampoco me gusta cometer errores, como cuando me salgo de los dibujos que estoy coloreando y luego no hay manera de borrar la parte que sobresale.

Y lo peor de todo es que me dijo que se había propuesto “pensar ya en la siguiente, con todas sus consecuencias”. Con lo que me quedé un poco a cuadros:
- ¿De verdad que no piensas ni siquiera escribir la crónica de esta carrera?
- Pues no.
- Jopé. ¿Y no crees que va a ser un poco decepcionante para el resto de pilotos?
- Hmmmmm… no creo.

Lo dijo poco convencido. Y, de hecho, el lunes por la tarde ya estaba viendo las repeticiones del gran premio chulísimo de Indianápolis. Creo que no lo puede evitar, pero yo, por si acaso, he tratado de contaros lo más importante.
Ahora os dejo, que me está llamando mi hermano mayor. Ha terminado de montar la pista de Scalextric. Si esta tarde viene nuestro primito Bruno le podemos empezar a enseñar cómo se juega, porque tiene ya dos meses y se está haciendo mayor.

¡Larga vida al sinreisin, pilotos!


No hay comentarios:

Publicar un comentario